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viernes, 18 de mayo de 2012

Apuntes sobre la Homofobia.



El jueves de esta semana (17 de Mayo) se llevó a cabo una manifestación en contra de la “homofobia” en Cartagena, aprovechando la fecha que han acordado para conmemorar esta lucha. Los jóvenes de distintos colectivos se dieron al encuentro para marchar con rostros pintados y ataúdes de cartón en memoria de aquellos que han fallecido por culpa de un odio y rechazo irracional por personas que presentan gustos distintos a los que se supone deberían ser los normales. En el marco de este evento, y a partir de otros hechos, se me ocurre este texto.

Recuerdo que mi primita de sólo seis años llegó un día del colegio y me dijo que los niños se sentaban de una manera y las niñas de otra. Me mostró claramente cuál era la diferencia, porque así se lo había enseñado la maestra. Imagino que la profesora quería simplemente educarla; mostrarle cómo se es niña y cómo se es niño, de la misma manera como ella lo aprendió. Y es que la educación lejos de ser un vehículo de cambio, es, hoy por hoy, una forma de perpetuar formas de exclusión y dominación en la sociedad.

Iba un día en un buseta y un niño al oír hablar a un amigo se rio y le dijo a la mamá que ese era un marica, la mamá sonrojada no supo cómo reaccionar y sólo lo mandó a callar. La pregunta surge cuando uno se da cuenta cómo desde pequeño ya sabe qué es ser un marica y qué es no serlo. Pero sobre todo, saber que si lo eres es motivo de burla. Ahora bien, ¿será que esa madre es consciente de que parte de la responsabilidad frente a la forma cómo el niño entiende el mundo es de ella y de la familia en general?

Desde pequeños nos están indicando qué debemos ser. Hacia dónde debemos dirigir nuestros gustos y con qué debemos jugar. Nos han vendido la eterna idea de una heterosexualidad hegemónica que se impone y es natural. Nos han vendido una moral sobre el comportamiento que conlleva a rechazar al otro como distinto sin juzgar si realmente lo es.

Recuerdo que leyendo a Marta Lamas comprendí un poco más a fondo todo este asunto. La autora propone que la sexualidad debe vivirse sin tantas tensiones y que debemos dejar de asumir que existen verdades absolutas. Recuerdo que, retomando a Freud, propone un sujeto escindido en tres dimensiones: una social, una biológica y una psíquica, que no es fácil comprender. Y es que Lamas dice que existe una preocupación alrededor de la incapacidad que tienes las distintas anatomías de los cuerpos masculinos y femeninos para justificar las diferencias establecidas para hombres y mujeres. Sin mencionar, que si dejamos la discusión en el plano de lo físico estaríamos descuidando una parte importante como lo son los procesos psíquicos que se llevan a cabo en el inconsciente y que determinan de igual forma nuestra identidad.



Todo esto, debido a la duda creciente frente a la aceptación o no de la represión y la estigmatización de esas personas que no encajan en lo que es “ser” una mujer y un hombre. Más aun, cuando se entra a analizar el vínculo entre cuerpo e identidad que deja en evidencia cómo la discriminación sustentada en el sexo desconoce el establecimiento cultural de la identidad de género y la estructuración psíquica de la orientación sexual.

Y es que si analizamos bien, el género no es más que una construcción social. Una forma de ubicarnos y clasificarnos, dándoles a la mujer y el hombre normas de conductas propias de cada uno. Por tanto, la mujer es débil y el hombre es fuerte. De esta manera, la lógica del género le asigna roles cada quien y es por ello que surgen movimientos como el feminismo para declarar que la mujer no nace, sino que se hace. Una crítica contundente a la sociedad misógina que las mantenía ancladas al hogar y a labores puramente domesticas tenidas como seres de segundo orden.

Marta Lamas señala que el pretexto de la complementariedad de los sexos, es sólo una postura propuesta desde la reproducción, lo cual, niega el ámbito Psíquico que hay detrás de el posicionamiento del deseo. En tanto, la lógica de género, como lógica de poder y dominación pierde valides ante las distintas practicas no ortodoxas del uso del cuerpo y del establecimiento de relaciones entre sujetos, que no encajan totalmente la construcción de lo que es “masculino” y femenino”, y que es determinado de forma indiferenciado por la libido.

Volviendo al caso del niño del bus y de mi primita, podemos ver que basándose en sus características biológicas la sociedad ya empieza a otorgarles roles y comportamientos, y por ende, empiezan a generar en ellos la cultura del rechazo. Recuerdo esa teoría que proponía al hombre como un perchero al que iban cargando de cosas y cuesta, realmente, despojarse de todos esos elementos que la sociedad una y otra vez te va colgando para entender que no es cuestión de tolerancia ni aceptación, es simplemente reconocimiento, respeto y amor por el otro.

Lo cierto, es que mi primita, como mujer, está destinada por esta sociedad a buscar un hombre que la ayude a completarse, a ser una mujer total con la procreación. Y aquel niño, será llamado a ser el jefe del hogar; a ser fuerte y decidido. Por ello, si no se hace algo al respecto, crecerán con el miedo a lo diferente. Y es que ese miedo se engendra porque desde que nacemos nos indican esa regla general que nos mide y nos dice hacía dónde ir: cualquier desviación está mal. Porque entre otras cosas, aceptar al diferente haría tambalear la estabilidad hallada en el grupo al cual pertenece cada individuo. Por tanto, el temor a reconocerse en el otro como una persona valida en igualdad de condiciones lleva a cuestionar la propia ubicación en la sociedad: no se puede ser igual a quién está desviado o invertido. ¡Error fatal!

Preocupa toda esta situación. Profesores cargados de sus propios prejuicios que transmiten a sus alumnos. Un estado mojigato que sigue mirando a la iglesia a la hora de tomar una decisión frente a este tipo de temas. Una policía cargada de estigmas y rechazo. Una iglesia retrograda que sigue lanzando agua bendita contra el demonio y sus muchas formas. ¿Qué queda por hacer? Sobre todo, cuando uno entiende que incluso al interior de la población LGBTI existe una discriminación, ya no por la orientación, pero si por la diferencia una vez más. Y es que en el fondo todo responde a lo mismo – como una vez me lo hicieron ver- al machismo.  Lo importante, dado el caso, no es ser macho… es parecer lo más posible. Y es que en una sociedad como la nuestra ser masculino es todo un privilegio, aun dentro de las misma población LGBTI.


De esta manera, con esa sexualidad en constante tensión lo que proponen los teóricos es subvertir las lógicas del género y des-naturalizar los cuerpos. Apuntar a una de-construcción del género y combatir dos formas violentas que son el resultado de la lógica de género inmersa en el orden social: Sexismo y Homofobia. Siendo la ultima, la de mayor preocupación por seguir siendo consentida, incluso, por quienes se enmarcan en la homosexualidad como su opción a la hora de intimar en la sexualidad.


Por mi parte, yo seguiré creyendo que la libertad que se nos promete en nuestra constitución debería ser respetada del todo. Que en este baile cada quién tiene la libertad de bailar al son que más le suene. Y nadie tiene porque entrar a mediar comportamientos ni recetar remedios ni curas. Por ahora, le diré a mi primita que se siente como se sienta cómoda. Para así, al menos, poder creer que ella si vivirá relaciones de amor y amistad libres de cualquier tensión. Libres de la censura y tendiente a la libertad.

Sobre la marcha diré, que fue una experiencia interesante. Siempre es bueno poner a la gente a reflexionar desde el punto más trágico y cruel de nuestra existencia: la muerte. Decirles, que esas personas ya murieron por odios innecesarios pero que podrían ser luego, sus hijos, sus sobrinos, sus primos, sus hermanos, sus amigos. La marcha se vuelve un contraste de miradas expectantes, marchantes tímidos y gente especulando.  



Por: Márquez.