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domingo, 25 de noviembre de 2012

Amontonados.



Los amigos son un grupo de gente ocurrente y distinta, que encuentra un punto de equilibrio, una razón justa para no odiarse unos a otros y por el contrario sentir un gran afecto entre todos. Nunca se sabe porqué se hicieron amigos, cuando existen miles de cosas que odias de esa persona. Lo cierto es que pasó.

Así, pasan los años pero los amigos se quedan. Aun si llegasen a fallecer, quedan. Como las fotos del álbum de la abuela, en las que aparecen personas que siguen viviendo en el recuerdo de ella cuando le preguntas ¿y este quién es? Lo cierto, es que nunca nos damos cuenta cómo pasa el tiempo y con él, las etapas de nuestras vidas. Hasta que un día nos reunimos y vemos que ya hemos empezado a ser grandes y debemos tomar decisiones.

Luego, presentamos otros síntomas de ese cambio de etapa. Nos vemos y presentimos que la próxima vez que lo hagamos, alguno o algunos ya tendrán sus respectivos hijos. O ya estarán viviendo con alguien, quizás la misma persona de siempre. ¡Es cierto! El futuro del que nos hablaban, nos cogió por sorpresa. Entonces, vamos a las rumbas y bailamos sentados. ¿Sentados? Si, así es. Nos ven en las sillas, todos emocionados levantando los brazos, simple y sencillamente, porque ya no soportamos a la gente tan cerca, sudando, fumando y además, gritando.

Otros por su parte, salen a las discotecas y los bares, pero realmente desearían estar en un lugar mucho más tranquilo. La música no es como antes y los bailes de los “chicos” de ahora, nos parecen una pantomima sin gracia. Nos descubrimos, hablando de política y cambiando al mundo; o de los equipos de fútbol preferidos y el porqué les ha ido tan mal en las últimas temporadas. Serios a ratos, deprimidos algunos otros, decepcionados, enamorados, y en fin, viviendo la vida con sus afanes.

Seguimos siendo amigos a pesar del tiempo, la distancia y las ocupaciones. Nos reímos al recordar las hazañas pasadas; los enredos amorosos; las peleas sin sentido y las borracheras que terminaron en episodios vergonzosos. Somos un collage de historias, risas, lágrimas y soledades compartidas;  una foto en la que salimos todos amontonados en el portarretrato de la casa de los más nostálgicos. Como amigos, somos el episodio que más nos gusta de nuestra serie juvenil favorita. E incluso, la canción que nos recuerda algún momento vivido.

Así nos pasa el tiempo – más tiempo del que ya ha transcurrido- y nos damos cuenta, que las reuniones en donde estamos todos juntos se vuelven invaluables. Y que los momentos que quedan en las fotos, son trozos de vida que se hacen común a todos. Añoramos la llamada el día del cumpleaños y en navidad. Esperamos la llegada de ese amigo que ha estado lejos por tanto tiempo. Estamos conectados al nacimiento del bebé de quien menos imaginamos tendría el primer lugar en ser padre o madre.

Quizás lo amigos, hoy por hoy, están subvalorados o sobredimensionados – que se yo-. El caso es que los amigos del colegio, la universidad, los de las andanzas o los de la cuadra, lo son porque de u otra manera están atados a ti y a los momentos más cruciales de tu vida. A las aventuras más excitante. Y a los recuerdos mejor atesorados. A las navidades pasadas, a las presentes  y a las futuras. Es que a veces los amigos son quienes te tienden la mano cuando creíste que quien lo haría, sería tu familia. O quienes te escucharon cuando no querías hablar con nadie más. los amigos son, en el peor de los casos, quienes te han hecho pasar los peores ridículos de tu vida. 

Por: Márquez.