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jueves, 3 de septiembre de 2015

Nociones sobre el olvido



En cien años de soledad,  los habitantes de Macondo se enfrentan a la perdida de la memoria. Un suceso que los envuelve a todos. Empiezan a olvidar el nombre de las cosas y van creando mecanismos para detener lo inminente. Escriben el nombre de cada cosa, pero luego olvidan para que se usan. Entonces escriben el nombre y la utilidad. Es cuando empiezan a olvidar cómo leer las palabras. Una metáfora perfecta de esa angustia que nos produce quedar en blanco, quedar sin nada que nos una  a nuestra vida. ¿Existe una vida sin recuerdos? ¿Habrá acaso una existencia por fuera de la memoria? 


Muchos hablan sobre el olvido. Sobre cómo llegaremos a ser eso de lo que tanto huimos. Un día simplemente nadie nos recordará. Entonces, toda nuestra lucha por permanecer quedará reducida a eso. A nada. Como si el final de la vida fuese ese.  Por eso, cuando hablamos de la memoria y de todas las formas del recuerdo, desembocamos ahí, en ese olvido inminente. Hablamos de cómo la memoria termina siendo casi que un asunto de alquimia. Nunca sabemos dónde comenzó la memoria, ni dónde terminó. Solo sabemos que un día estaba ahí. Pero ese lugar en el que almacenamos todo, va dando paso a recuerdos más recientes. Una vez más aparece el olvido.  Se hace necesario dejar de lado ciertos momentos de la vida, para tener el recuerdo de otros más importantes, sorpresivos, impactantes, ahí vigentes, brillantes. Por eso decimos que hacer memoria es hacer olvido y que ese olvido está repleto de memoria.