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lunes, 27 de agosto de 2012

Perorata rebelde: la segunda y definitiva independencia.


El pasado viernes 24 de agosto llegaron a la ciudad, provenientes de distintas partes del país, más de 1000 jóvenes para darse al encuentro en lo que se conoció como el Cabildo Juvenil – Marcha Patriótica.  Debo decir, de antemano, que mi conocimiento al respecto era casi nulo, no entendía nada al ver tantos pelaos aglomerados en la Plaza de la Paz cantando un rap que casi no se entendía. Pero tal parece, que el movimiento juvenil en el que se enmarcaba el encuentro lleva tiempo trabajando y que se propone construir un país distinto. No obstante, me quedaron dudas al respecto como espectador inmerso en la dinámica de ese primer día de instalación del evento.

Por un lado, la consigna que se pregonaba era eso de lograr la segunda y definitiva independencia; una frase que me dejaba pensado. ¿Acaso luego de esa independencia no habría más deseos de cambio? ¿Acaso los absolutos no van en contra de un movimiento que busca estar más cercano al pueblo? Esa segunda y definitiva independencia no supe cómo entenderla. Tal vez, debe ser que no soy un duro en el tema y por tanto, me es difícil captar esa idea. Sin embargo, me atrevo a decir que la sola frase me resulta conflictiva, peligrosa. Entendiendo que las revoluciones surgen del pueblo, de los sueños del pueblo, de sus deseos de cambio, por eso la frase es, en sí misma, sospechosa. Todo movimiento, social o político, corre el riesgo de perderse en las ambiciones de sus dirigentes y eso es precisamente lo que hace que siempre exista un deseo de cambio.

Por otro lado, todos se hacían llamar jóvenes rebeldes. Recuerdo que ser joven rebelde era ser contestatario o lograr sentar nuestra voz de protesta. Pero ¿en qué consiste la rebeldía de estos jóvenes? Yo los veía a todos haciendo su mejor performance. Mostrándose rebeldes en su mejor versión, pero  me daba la impresión de que no poseían un discurso único de esa palabra que se supone los definía.  Quizás por eso se fueron en detrimento de los bienes de la ciudad. Porque, lo quieran a no, hicieron daños. El coliseo Bernardo Caraballo quedó en muy malas condiciones.


Ahora, sospecho que ocurrió como muchos otros movimientos que anclados al pasado siguen delirando con la figura del Ché y hablando del heroísmo de Bolívar, olvidándose del contexto. Yo escuchaba sus arengas y me preguntaba si ellos sabían que estaban en Colombia y que era 2012. Es claro que Cuba es un referente para todos estos movimientos, pero eso no debe hacerlos perder de vista una gran verdad: toda revolución debe responder a su país y a su historia.  No puede ser de otra manera. De cualquier otra forma, sería repetir la historia de cómo hemos llegado hasta ahora.

Lo preocupante, además, es descubrir que pocos tenían claro lo que hacían en esa Marcha. Eran pocos los que sentía las arengas. Los otros eran solo la masa, que aunque necesaria, sin alguien que la haga entrar en razón, causa daños como los que dejaron en la ciudad. Para más de uno de los asistentes era claro que esta era su oportunidad de conocer el mar y sentir el sol en la playa. Y eso no está mal,  y es por eso que debe existir una organización que contemple ese tipo de eventualidades. ¿Cuántos de los asistentes estuvieron en las mesas de diálogo, tomando parte de las propuestas de un "país mejor" y cuántos en las playas? Esa sería una respuesta que me gustaría escuchar.

Yo no suelo juzgar a la gente por su forma de vestir, pues entiendo que el cuerpo también se vuelve en un templo de nuestro discurso y algunos, lo reflejan más que otros. Por eso no entro a discutir nada del aspecto de los asistentes. Pero lo que sí creo, es que nada justifica que hayan dañado escenarios de la ciudad que tanto han costando. Siendo tan pocos, no es justo que vengan de otras partes a dejarlos en mal estado. Además, ¿no va eso en contra de lo que proponen?, ¿qué culpa tienen los deportistas de la ciudad de los conflictos que hayan tenido?, ¿es esa la rebeldía de la que hablan?, ¿eso era lo que la ciudad merecía? Si no era esa su intención, pues dieron la papaya para que los medios tergiversaran su mensaje y en eso, no hay nada que hacer. Porque con hechos tan claros como esos, los jóvenes seguimos quedando como un montón de indeseados que andan buscando ocasión para armar desorden. Que las ideas son solo un argumento efímero para dar lugar a las verdaderas intenciones: acabar con lo que encontremos. ¿Era esto un Cabildo, una Marcha o un ataque?

Ojalá que esta haya sido una experiencia que los haga auto-criticarse, y se den cuenta que el discurso no solo se lleva en la ropa y en el cuerpo, porque si solo lo hacen por creerse de izquierda o comunistas, deben saber no son más que tristes payasos; sin discurso no hay nada. Sin argumentos, no hay nada. Cada uno de los participantes de la Marcha debe tener en su cabeza la finalidad de la misma. Y deben estar en capacidad de discutir dando argumentos y no tomando parte de las formas violentas que son tradicionales en este país. Pero sobre todo, nunca deben perder de vista que existe el peligro de la corrupción de una idea. La idea que los tiene marchando.


Por: Márquez.