Sales a la calle y sientes el
aire denso del día. Los bolsillos ligeros. El dinero es una ilusión más en tu
vida. Este camino de la libertad y los sueños que se persiguen, a veces, suele ser así, lleno de curvas violentas que terminan por llevarte al único rincón
que te pertenece: tú mismo. Y recorres las calles intentando hallar esas
opciones- como pedazos de maná- que te manden de una, catapultado, a una suerte
de éxito más o menos estable.
Entonces piensas en el éxito. Ese
lugar extraño al que pocos llegan. Éxito como una suerte de paraíso prohibido
al que solo acceden algunos con credencial especial. Los que realmente lo
lucharon, los que lo merecen. ¿Y tú? Tú solo tienes los bolsillos vacíos. Esos
papelitos en la cartera en los que
anotas direcciones, números de teléfono de contactos, fechas importantes que
luego nada, quedan ahí, doblados, desgastados por el tiempo, gritándote que tu
vida podría rearmarse a partir de
cualquiera de ellos y aún así seguiría estando incompleta.