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martes, 3 de enero de 2012

Una ciudad de Negros (?).



En Cartagena no hay negros. Créanlo, no los hay. Existen trigueños, morenos claros, morenitos, piel acanelada; pero negros, jamás. En esta ciudad de pieles oscuras, ser negro es una vergüenza. Es más, serlo, te pone en peligro de ser excluido e incluso atacado. ¿Recuerdan a la chica que no dejaron entrar a la discoteca por negra? ¿O ya olvidaron a la muchacha negra con sus amigos gays a los que les dispararon balines? Pues bueno, si lo olvidaron recuérdenlo, porque esos son sólo algunos ejemplos.

Vivimos en una Ciudad de irreverencias y ridiculeces. Con el endorracismo a flor de piel. Aquí negro no vota por negro. Y en los restaurantes, los exclusivos, si estas en compañía de un extranjero entonces eres un poco blanco. Es cuando uno reflexiona y se da cuenta, que la ficción es muy parecida a la realidad. ¿O era al revés? Quizás por eso, el sueño de nuestras vidas es conocer un extranjero que nos saque de pobres.

Miremos el  siguiente caso: en las propagandas contra la violencia de la mujer, aparecía el rostro de una negra con una lágrima como portada de la campaña. Y no es que todo lo transformemos en problema, pero me surge una duda: ¿No maltratan a las mujeres de tez clara? ¡Ah, cierto! En esos casos si somos una ciudad de negros. Pero para entrar a las discotecas, tenemos que pensarlo dos veces.

Y no es solo eso. Aquí, para la administración local el tema Afro es una viñeta en sus agendas de programación que llenan con actividades de danza y canto. Los negros son la minoría. Existimos, cuando se trata de mostrar al mundo que somos un país multiétnico y pluri-cultural. Y cuando Cartagena, se muestra como una ciudad para todos.  Del resto, somos esa parte de la población que vive en ciertos barrios – más en unos que en otros-. ¿No se han dado cuenta cuan negros somos? Salgan a las calles y reaccionen.

Pero allí no acaba todo. Miren como nos esforzamos por blanquearnos. El cabello rubio, los lentes de contacto azules, y en fin. Tantas formas para parecernos más a esos otros que tiene la libertad de andar por donde se les antoje. Aunque, cabe aclarar, ser negro es algo complicado. Pero ser negro y pobre, es una maldición. Tanto así, que ser pobre y tener la piel clara te acerca más a los negros que a cualquier otro grupo.

Sentimos vergüenza de nuestra historia. Estamos cansados de ser los que deben agachar la cabeza. Si antes fuimos esclavos, ahora, cuando hablan de negros se remontan a la palenquera, al que vende frutas, al raterito de barrio o al que vive lejos y en condiciones deplorables. ¿Sólo somos eso, acaso? Nos hemos olvidado de la imagen que debemos tener de nosotros mismo.

Si debemos llamar a alguien a la reflexión, es a nosotros. ¿Cómo exigir que nos vean de una manera distinta si nosotros mismos no nos vemos de otra forma? El cambio debe ser desde adentro. Desde esos que le dicen al otro: “negro tenias que ser”. O de ese otro, que al saber que es un negro el que tiene al lado agarra su bolso con mayor fuerza. Y del que siendo negro, jamás reconocerá tal cosa.

Debemos buscar, por todos los medios, dejar atrás esa satanización a la que nos había condenado la religión. Dejar atrás, esa idea que lo único grande que tenemos es la boca, el pene o el culo. ¿Y los cerebros? Hay que hacer más campañas como la que emprendieron los niños de un barrio de la ciudad para re-significar una frase tan peyorativa como “negro tenías que ser”. Hay que creerse la putería y mover las caderas satánicas que tenemos. Pero también, hay que ser médicos, abogados, filósofos, comunicadores, historiadores, antropólogos, luchadores. Debemos mostrar que somos, como todo en Colombia, una amalgama de diferencias y similitudes. Un universo diverso y rico en posibilidades, tan útil para esta sociedad como cualquier otro. 

Por:  Márquez.

Mezcla de sabores y culturas en la navidad cartagenera


Continuando con los Retazos y apropósito de la Navidad que pasó :

Por estos días, cuando todos afinan los detalles para la cena navideña y el año nuevo, en Cartagena cada uno celebra a su manera. La oleada de personas del interior hacia la ciudad, a causa del desplazamiento y en busca de mejores oportunidades, ha hecho que a la hora de celebrar la navidad, muchos quieran regresar, así sea por un día, a sus lugares de origen.

Recordar, entre otras cosas, la comida de mamá, la música propia de la región, las calles del pueblo, el olor a monte. Estas fechas, le dan espacio a una mezcla de sentimientos que nos genera bienestar, hacer un pare, compartir en familia y retomar el camino con más fuerza.

En el barrio Los Almendros, Miguel Ángel Díaz, quien desde hace 7 años vive en Cartagena, celebrará con su familia que viene de Vélez, Santander. Cuenta que tomarán masato santandereano y chicha preparada con miel de caña. La cena estará compuesta por unos pavos rellenos que les mandarán desde Bogotá, ensalada de verduras y arroz con arvejas, propio de su región. Por su parte, amenizarán la noche al ritmo de Darío Gómez y música popular.

En otro punto de la ciudad, barrio Nelson Mandela, sector Los Robles, Yamile Mejía, oriunda de Cocorná, Antioquia, esperará la navidad y el año nuevo trabajando al frente de su tienda Nuevo Mundo. Sin embargo, no es ajena a la época y desde ahora coordina todo lo necesario para pasar la nochebuena con tamales y chicharrones. A su vez, disfrutará la navidad con la ayuda de unos buenos aguardientes y escuchando ranchera y vallenato.

El hecho de emigrar a hacia una nueva región o país, genera una nueva dinámica social de interacción que muchas veces resulta en que los visitantes acogen las costumbres de la región a donde llegan. Eso ha sucedido con muchas familias de la ciudad que hoy en día ya se sienten cartageneros.

Aunque puede llegar a suceder también lo contrario, que las personas foráneas decidan por voluntad propia, conservar sus costumbres, y precisamente fechas especiales como esta, son propicias para reafirmar este tipo de sentimientos.

Muchos barrios de Cartagena como el Pozón y Nelson Mandela son perfectos para encontrar gente de diversas partes de Colombia. De igual manera, los proyectos de vivienda de interés social como Ciudad del Bicentenario, Flor del Campo y Ciudadela Colombiatón, también albergan colombianos oriundos de los cuatro puntos cardinales del país.

Duvian Giraldo es propietario de la panadería La Mejor Esquina en Colombiatón. Desde hace 19 años huyó de su natal Alejandría, Antioquia a causa de la violencia. A pesar de eso, logró dejar atrás sus recuerdos dolorosos y hoy preparan un gran sancocho de gallina para el 24 de diciembre, al calor de unos guaros, música ranchera y de Los 50 de Joselito.

En el vecino Flor del Campo, Aquiles Carriazo, no olvida a su natal Sucre. Este residente de la calle principal del barrio se vino hace 2 años a Cartagena huyendo de la violencia paramilitar. Se dedica a trabajar la madera y hoy puede sacar pecho de que tiene una casa propia e ingresos que le permiten subsistir modestamente. Para la nochebuena ya tiene escogido al cerdo que va a sacrificar para preparar un suculento arroz y también para hacer pasteles.

Muchos de los nuevos moradores de Cartagena, aun cargan con el estigma del desplazamiento y la desconfianza propia de quien ha padecido la violencia. Al mismo tiempo, Cartagena se afianza como una ciudad donde converge gente de todas las regiones.

Por un lado, están los turistas que vienen por placer, y por el otro, compatriotas que vienen de sur a norte arrastrando su miseria, en busca de una mejor suerte. Unas de cal y otras de arena. Sin embargo, en estos barrios, donde muchos ya están acostumbrados a la inseguridad diaria, por estos días se respira calma y tranquilidad, por lo menos una vez al año. A causa de la bendita navidad, deberíamos celebrar más a menudo.

Por:  Rafael Pereira.