He pretendido contar falsas
historias sobre mundos posibles que existen al alcance de la mano. Me he
mantenido al margen de todo esto - esto
es cualquier cosa y puede ser todo- , con el único fin de no aceptar la
realidad que me circunda. Rendido y sumido en mis propias ideas, divago entre
las calles y los buses zombis, volviendo a ser el andante sin rumbo que siempre
he sido. ¡Existe todo en el recuerdo!
El vendedor de chicles, el
humo de los cigarrillos, el pito de las motos. La mujer en embarazo, los niños
que se suben y cantan algo que pretender ser
un rap cristiano. La monotonía de ir y venir. El calor que se cuela por
cada rincón. La brisa de Agosto. Y esta
ciudad odiosa y mezquina no puede evitar burlase de nosotros. Allí, vagando por
los huecos que van dejando los personajes de esta novela, sigue muriendo está
ciudad maldita de piel desteñida.
Cada día le pertenezco
menos. Cada día me atormenta más su rechazo, su agonía, su desamor. Pero sigo
viajando en medio de los rostros distantes, escapando en las líneas de algún
poeta que pretenda conocer el dolor de vivir en una tierra a la que no le
duelen las entrañas y pare hijos, que luego le sacarán los ojos.
Compré como muchos la idea
del futuro mejor que venía con el diploma. Soñé con lo posible de lo imposible.
Quise creer en la fuerza de otorga tener disciplina o al menos, fingir tenerla.
Pero siguen sentándose en las sillas altas los mismos. Siguen jugando a ser
dueños y poseedores de todo, esos otros más afortunados.
Yo he visto gente
talentosa. Pensadores asombrosos. Críticos que dan en el punto, personalidades
coherentemente construidas. Pero siempre es el mismo destino. Terminamos siendo
caminantes todos. Erráticos. Tristes. Grises. Pobres. ¿Cuál es el futuro?
He pretendido contar falsas
historias sobre mundos posibles que existen al alcance de la mano. He
intentando mantenerme en pie, para no escuchar que me han faltado ganas. Sigo
estando al margen de todo esto – cualquier cosa o todo eso-, pero se estrella
contra mí esa realidad hedionda que nos rodea.
He vuelta a caminar sin rumbo, hundiéndome en los recuerdos del pasado. Sigo
construyendo una ciudad distinta con mis amigos en las plazas y en los salones.
Vivo solucionando los problemas de esta ciudad con la boca. ¿Cuál será la respuesta?
¿Huir de aquí o seguir intentándolo? ¿Nos han faltado fuerzas?