“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía.
Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde
del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li.
Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de
estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela.
Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”
Vladimir Nabokov es el autor de una de las novelas más
conocidas en el mundo de la literatura universal. Una historia que cuenta la
fascinación de un hombre adulto por una niña de escasos 12 años y de lo que eso
representó para él. Leerla es viajar por los rincones de la ilusión amorosa de
su personaje principal, que en esa niña, ve el renacer de su amor de infancia. Es
conocer la locura homicida del amante burlado. Es vivir al lado de Humbert, los
afanes de su pasión por las nínfulas. A propósito de su lectura, resulta este
texto.
***
Siempre, cuando de amor se trata, creemos
que debemos remitirnos a una forma única de amar: llena de belleza y de formas
no hirientes que desborden los corazones.
Sin embargo, el amor es mucho más de lo que podemos calcular. Como
imaginario y como construcción social, es más.
Lolita nunca pensó que en aquel hombre despreciable que
“arruino su vida” pudiese existir un sentimiento tal, que aún en el final, lo llevó a querer
verla hecha eternidad en las letras de una memoria escrita. Por su parte, Humbert nunca quiso encarar la realidad de
sus actos y lo que ellos producían en esa niña.
Es en este punto, cuando la cuestión del amor se vuelve un
laberinto que no podemos descifrar. Porque puede dañar. Porque puede doler.
Porque tiene tanta grandeza que nos puede enloquecer. Si Humbert amo a Lolita
con tanta tenacidad y de tal forma que la lastimó en lo más profundo, Lolita lo odio tanto como el corazón de una niña podía hacerlo. Y luego, huyó tan
lejos como pudo para curar su alma y entonces, poder “dejar todo atrás”.
La dualidad de esta historia sólo permite leerla y entender
que cada parte tiene sus motivos y sus verdades, y por lo tanto, los sucesos
conllevarían a una suerte de caminos con dirección al abismo. Como un laberinto
que aparenta tener la salida y siempre termina donde menos creíamos. Sin
mencionar los juegos del azar, que terminaron por encausar las vidas que luchaban
por separarse. Lolita, una niña precoz,
coqueta y deseosa de entrar en terrenos que sabía, quizás, eran prohibidos para
ella. Humbert, un pederasta, totalmente consciente de ello, que disfrutaba de
las lascivas insinuaciones de esa Dolores Haze, que en medio de su infantil
jugueteo, lo deleitaba con sus intentos de ser mujer.
Por lo cual, resulta, a mi modo de ver, casi imposible
juzgar a uno u otro. Solo resta entrar en la historia y descubrir en medio de
la narración que las acciones que se cometen
bajo la nube gris- ante los ojos- del deseo y el placer, pueden resultar
altamente peligrosas.
Lolita, insatisfecha de su vida, privada de una niñez normal;
tempranamente inducida a las prácticas sexuales, no encuentra otra salida para
su profundo rencor y su vacío emocional – incluso
existencial – que el deseo por las revistas insulsas, los vestidos y zapatos,
las películas, y con cualquier cosa que lograra desconectarla de un mundo que
para ella era una total miseria.
Mientras, Humbert, descubría en aquella niña la locura de la
pasión; de un amor que jamás imaginó; de una historia de la que también resultó herido. Una
fantasía que al volverse real, lo llevo a límites que jamás supuso. La prueba
de ello, es el llanto de un hombre de su edad, por la impotencia de no poder
retener a alguien que creía suya – así lo había imaginado – y que sin que él se
diera cuenta, había labrado su camino a la libertad - lejos de él-.
El amor no es cuestión de definiciones atadas a posturas
sentimentales y patéticas. En el fondo, es cuestión de fuerzas en
contra-posición, en una lucha constante y consciente – a veces inconsciente- por no dañar, aunque sabemos que puede
pasar; de hacer feliz al otro, aunque
entendemos, que quizás, no seamos capaces de hacerlo. El amor, es en todo
momento, un constante choque.
Y Humbert encontró el amor – no correspondido- en su nínfula
adorada; en la niña dueña de sus sueños; en su Lolita. En la Dolores Haze, que
–aún sin quererlo- lo llevo al cielo con cada uno de sus encuentros
clandestinos. Y Lolita, escapó a su vida
de desgracia, para hallar en la pobreza – lejos de los vestidos nuevos y de los
caprichos- una calma, una vida, una
madurez prematura, tan prematura como fue su vida; así como un renacimiento en
el hijo que llevaba en su vientre.
El autor del texto nos permite dudar acerca de la veracidad
de la narración de Humbert, pues, ¿quién nos dice que la historia no es
producto de las alucinaciones de un pederasta, que vio en aquella niña la
lascivia que quería ver? Y nos deja deseos de saber cómo hubiese contado la
historia Lolita. Qué hubiese dicho sobre Humbert, sobre sus encuentros, de esa
“violación” como la llamó en una ocasión frente a él.
Lolita, ¿será acaso
una historia de amor? ¿De un amor incorrecto? ¿De amor incomprendido? Muchos
aseguran que es una novela erótica, sin embargo, sin ningún tipo de
pretensiones me atrevería a decir que es una historia de amor en donde el
placer, fue tratado con tal detalle estético que resulta una verdadero deleite leerla. Una historia que termina por
enredarnos tanto que, al final, no sabemos
qué postura tomar. Por un lado, si señalar al pederasta o entender lo
que llegó a sentir. Ó por otro lado, creer que aquella Lolita, merecía ese destino.
***
“Deseo que esta memoria se publique cuando Lolita ya no viva. Ninguno
de los dos vivirá, pues, cuando el lector abra este libro. Pero mientras
palpite la sangres en mi mano que escribe, tú y yo seremos parte de la bendita
materia y aún podré hablarte desde aquí hacía Alaska. Sé fiel a tu Dick. No
dejes que otros tipos te toquen. No hables con extraños. Espero que quieras a
tu hijo. Espero que sea varón. Que tú marido, así lo espero, te trate siempre
bien, porque de lo contrario mi espectro
irá hacia él, como negro humo, como un gigante demente, y le arrancará nervio
tras nervio. Y no tengas lástima de C.Q. Había que elegir en entre él y H.H. y
era preciso que H.H. viviera al menos un par de meses más, para que tu vivieras
después en la mente de generaciones venideras. Pienso en bisontes y ángeles, en
el secreto de los pigmeos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio
del arte. Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita.
“
Por: Márquez.