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miércoles, 1 de agosto de 2018

Rotos




Sentado en el baño de tu oficina, miras por la única ventana que hay en ese espacio. Algunos rayos de luz, las hojas, un cielo gris. Miras todo aquello sin mayor interés. Sientes que ese instante es lo más seguro que has tenido en días. Las baldosas siguen líneas rectas que imaginas son un laberinto, y corres a través de él, buscas la salida, el punto para volver. Caes. Detrás de la ventana una mariposa aletea. Un sonido te recuerda que no estás solo, que afuera sigue alguien.

Sales y tu compañera se despide. Atrás quedó tu imagen cuando descubriste tu cara en el espejo después de lavarte las manos. Esos ojos, grandes, redondos, oscuros, que buscaban saber algo de ti. Ahora que te sabes solo, vas al celular, abres YouTube y pones una canción vieja, de esas que te da un poco de pena reconocer que escuchabas: Paulina Rubio.  (CLICK EN SEGUIR LEYENDO).

miércoles, 25 de abril de 2018

Fuego con dificultad




El mundo es una extensión del horizonte que termina en la carretera, en ese punto en el que la distancia se vuelve un lugar concreto.  El bus que no se llena, la gente ahí, como fichas silenciosas. Algunos días tienes dudas. Pero tomas la decisión. Te vas a la montaña con unos amigos, te alejas de todo y sientes el peso de una naturaleza que te reclama volver a ella. El barro, elverde inmenso, y ese aire distinto que logras respirar te hacen preguntas sobre tu lugar en el mundo.

Ocupar un lugar es, por momentos, ser una hoja que cae, distraída, sin sospechar el viaje. Ocupas ese lugar impreciso en el que vas y vienes, haces una curva, para terminar tocando tierra. Pero ese lugar, su posibilidad, se hace pequeña, cuando el ruido entra y lo invade todo.

Atravesar el camino en un Jeep, ir incómodo pero satisfecho. Cargar tus cosas en un bolso, justo lo necesario, llevar provisiones, ser otra cosa. Dejar atrás ese olor a oficina, a papeles viejos, el sonidito de las teclas. Ser un fuego pequeño que se aviva con dificultad, una llama, amarillo en medio de la oscuridad. (DAR CLICK EN SEGUIR LEYENDO)

martes, 30 de enero de 2018

Las grietas



Mi abuela está triste. Lo sé porque el sonido de la cocina no es el mismo. Antes, era un coro desafinado de platos, ollas y vasos. Ahora, es un eco nostálgico, un silencio prolongado, como si las cosas cayeran perezosas por el efecto de la gravedad, sin ninguna gracia. Los primeros días, cuando la casa quedaba a oscuras y llegaba la hora de dormir, me costaba conciliar el sueño. Por momentos, despertaba y podía escuchar ese sollozo profundo, seco, que venía del cuarto de al lado. Era mi abuela.

¿Cómo abrazarla y sanar ese dolor? Hay algo que se escapa de nuestras manos y es eso. El dolor ajeno. Por más que quería, solo me era posible estar a su lado, esperando que mi compañía le regalara algo de calma. Pero ni de eso estoy seguro. La ausencia de un hijo la acompaña ahora. Una ausencia que se manifiesta de infinitas formas: cando el teléfono suena y no es él, cuando mira los caballos en la televisión, cuando alguien la llama a decirle —después de estas semanas, que se acaba de enterar y lo siente mucho. De infinitas formas. (CLICK EN SEGUIR LEYENDO).