Sentado en el baño de tu oficina,
miras por la única ventana que hay en ese espacio. Algunos rayos de luz, las
hojas, un cielo gris. Miras todo aquello sin mayor interés. Sientes que ese
instante es lo más seguro que has tenido en días. Las baldosas siguen líneas
rectas que imaginas son un laberinto, y corres a través de él, buscas la
salida, el punto para volver. Caes. Detrás de la ventana una mariposa aletea. Un
sonido te recuerda que no estás solo, que afuera sigue alguien.
Sales y tu compañera se despide.
Atrás quedó tu imagen cuando descubriste tu cara en el espejo después de
lavarte las manos. Esos ojos, grandes, redondos, oscuros, que buscaban saber
algo de ti. Ahora que te sabes solo, vas al celular, abres YouTube y pones una
canción vieja, de esas que te da un poco de pena reconocer que escuchabas:
Paulina Rubio. (CLICK EN SEGUIR LEYENDO).
Te dejas caer en tu silla. Das vueltas mientras la canción suena. Paulina te canta solo a ti, son ustedes dos
en ese espacio. ¿Te habías imaginado así? Reconoces que de niño no imaginabas
mucho, que las oficinas no eran una opción. Pero cómo iban a ser una opción si
a veces no había para los buses. Lo tuyo era soñar con nubes que se volvían
animales gigantes, o con ser el personaje de un cuento en el que un pajarito
azul guardaba el secreto para salvar una aldea completa. Sonríes. Puede que seas
un desagradecido, piensas. Paulina canta. Habla de ir a la China en un cohete. Das
otra vuelta.
Te preguntas cuántas personas más
estarán así, solas en su oficina, dando vueltas en la silla, mientras suena una
canción. Algo los une a todos. Una fractura, la línea que se dibuja en los ojos
cuando se asoman al espejo. No recuerdas
el momento exacto en el que empezaste a ser un silencio frente al computador.
Sabes que saldrás, que buscarás razones, que leerás con afán y que antes de
dormir, repasarás los planes que tienes como quien amasa el destino o se
aprende un hechizo.
Por. Márquez
1 comentario:
Todes de alguna manera somos lo que no imaginamos que seríamos, el camino nos fue llevando a lugares que son la cisura entre lo deseado y lo esperado. Un kintsugi de nosotres mismes, eso somos porque hemos aprendido a esperar, a creer que lo que viene adelante se parece más a ese lugar en que sentimos debemos estar. Buen texto.
Publicar un comentario