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lunes, 9 de septiembre de 2013

ASTROLOGÍA para trasnochadores.


Enciendes el televisor después de medianoche y encuentras a dos mujeres hablando del futuro de otras personas.  Dicen poder ver en las cartas las cuestiones más decisivas de tu vida, poder escudriñar y descubrir eso que intentas ocultar. Los astros, las constelaciones, todo el universo conspirando para orientar tu vida hacía algún punto. Esa es la esperanza, creer que una fuerza más allá de nosotros nos ayuda a orientar el camino, que las cosas que nos ocurren aquí en la tierra no son el resultado de nuestras acciones, sino el producto de una línea trazada por quienes conocen de antemano el propósito de nuestras vidas.

El programa continúa y las llamadas no se hacen esperar. La gente pregunta por su situación económica, por su relación con tal persona, por el trabajo que tanto desea.  Y la respuesta siempre está ahí, llena de generalidades, jugando con las expectativas que uno mismo se hace sobre las posibilidades de que algo bueno pase. La astrologa, sonriente, mira con tranquilidad, envuelta en su aura de autosuficiencia y superioridad, mientras dictamina lo qué es y lo qué no es sobre la vida del televidente de turno que esté al teléfono.

Todo parece un montaje – y seguramente lo es- cada llamada, cada pregunta. Pero, cuando recuerdo lo que alguna vez leí comprendo lo preocupante del asunto.  Los entendidos de la comunicación dicen que los medios ayudan a construir realidades; que lo que vemos en la pantalla del TV, lo que leemos en el periódicos, lo que escuchamos en la radio y lo que internet nos ofrece, lo validamos constantemente cuando salimos a la calle o cuando vemos que otro medio dice lo mismo, y empezamos a hacernos una idea del mundo que vaya acorde con esas imágenes. Lo que termina siendo un círculo que no tiene claro su comienzo ni su final. ¿Qué pasa entonces con esos programas que parecen no ser tan complejos?

Cuando alguien enciende su televisor, me lo imagino viéndolo y preguntándose por su suerte. Queriendo hacer la llamada para obtener esa respuesta inspiradora que lo haga creer que aún es posible. En un país que cada día nos muestra su lado más oscuro, en el que los medios sirven a una maquinaria que lo acapara todo, los astros son el libreto que dios nos dejó para que encontráramos el camino. Una suerte de mapa que nos permite identificar el camino correcto. Por eso, esa pantomima mediática de medianoche, sirve para captar la atención de algunos que no puedan dormir por las preocupaciones y que, luego de ver el programa, quieran acercarse donde un experto de esos a conocer su futuro antes de que le llegue.

Las líneas de la mano, el iris del ojo, la taza de café, el tabaco. Todos esos medios para poder descifrar qué nos viene. Y las abuelas llenas de ilusión corren a prevenirse, escuchan con atención a Janin o al Profesor Salomón, para saber qué tienen que decir sobre Géminis o Piscis. La mamá de mi amigo va donde un señor que sabe interpretar los sueños, como José en la biblia. Esperanza. Todos buscan esperanza. Como el papá de Andrés que cada quince días se toma una taza de café y la guarda hasta llegar donde la vieja Clotilde.  Y sale sonriente porque le dijeron que todo iría bien.


Los medios abren espacio a esos espejismos de esperanza para satisfacer a un público que lo pide (?), pero se niegan a otros espacios (digamos, más críticos, más propositivos, mejor pensados). Por suerte esas mujeres solo aparecen en el horario de la medianoche, casi junto al programa sobre la defensoría del televidente. Es que es más sencillo, luego de horas de farándula y telenovelas, entregarle a la gente capsulas de ilusiones en las que la vida parece un cuento, que como todo cuento, tiene un posible final feliz. Y bajo esa premisa la gente vive feliz, todos vivimos felices, buscando en las estrellas la respuesta a nuestras miserias. Y lo peor, es que consciente de todo esto, no apagué el televisor hasta que no hablaron de mi signo.



Por: Márquez. 

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