Día 1
Antes de que
sonara la alarma para el toque de queda, corrí a la panadería de la esquina a
comprar unas mogollas de 200. Desde lejos pude ver a la gente amontonada
gritando para quedarse con alguno de los pocos panes que estaban en la última
bandeja. Llegué, miré al muchacho que siempre atiende, un flaco de ojos
profundos, le grité para que me diera dos panes de esos. Me los entregó por
encima de la gente. Pagué y volví corriendo a mi casa. Me sentía ganador. El
toque de queda empezó. F y yo hablamos por celular de cómo hubiésemos celebrado
estos meses juntos, en otras circunstancias. Nos reímos, y luego, con cierta
tristeza, colgamos. Una hora después, me veía en el computador una serie sobre
una familia judía y sus dramas. El hambre empezó a asomarse y fui por los
panes, descubrí que había comprado unos de queso con arequipe, la peor elección
para mí. Me sentí estafado. Poco a poco, con calma, el silencio fue ocupando la
casa, la calle, el cuarto. Me sentí solo. Me sentí como la persona más sola de
la cuidad.
***
Un día impreciso cumple una
amiga, nos reunimos por zoom, nos vemos las caras después de cierto tiempo, la
distancia desaparece. Quienes no tienen conexión siguen afuera, lejos de este
vínculo que creamos a través de las pantallas, para recordar que seguimos
siendo parte de algo, un grupo de amigos, por ejemplo. Pero estar por fuera es
también un juego, porque nunca se está del todo afuera cuando, al reunirnos,
empezamos a preguntar por quienes no están. Cantamos el cumpleaños, nos tomamos
una foto, guardamos para mañana un recuerdo de lo que en ese momento significa
estar forzosamente encerrados.
***
En la fila para entrar a
comprar comida, la gente se mira con cierta cautela. Hay quienes se concentran
en el celular, quienes cierran los ojos por momentos y sueñan con calles llenas
de gente, con busetas de socorro-sierrita que se van de lado. fin del sueño. De repente
aparece un tipo en un traje espacial, sin decir palabra, enciende su aparato y
comienza a lanzar algo, un líquido que, al parecer, limpia el espacio. La gente
se mueve, el tipo pasa su aparato, limpia, y la fila vuelve a su lugar. Nunca
antes una cosa así había ocurrido. Nunca alguien había llegado de la luna, solo
para limpiar los pasillos de un centro comercial. (DAR CLICK EN SEGUIR LEYENDO)