En la periferia.
El “keymer” suena en la gallera, y los “Keymeristas” danzan al son de cada canción, como poseídos por la música; como llevados por el ambiente; como si sus vidas en ese momento se detuvieran por el éxtasis. Ese espacio, se transforma en el lugar ideal de reconocimiento. Allí todos son parte de una misma fiesta, del mismo escape. Se sienten en la cúspide social.
Estos hijos de la tierra labrada a mano, son la parte que jamás se ve en un recorrido turístico. Son la sombra de la ciudad moderna y la histórica. Porque, ni tienen modernidad, ni edificios, ni hoteles lujosos, ni vista al mar y porque no tienen, casas históricas, ni plazas con monumentos a los próceres de la independencia… en fin, no tiene historia, ni nada que mostrar.
Estos recónditos lugares, solo tienen fealdad. Casas humildes y grises. Colores poco atractivos para el ojo extranjero. La gente de estos lugares, tiene “los Picós” para escapar a su realidad. Ya de por si viven en la periferia geográfica, y son re-afirmados como tales, por el imaginario: son marginales, viven al margen de esta ciudad. Allá, donde “El Keymer” arma la fiesta.
Ciudad [IN] justa.
En la carretera, el mototaxista y los policías motorizados estaban en medio de la disputa, mientras la gente se amontonaba a su alrededor. En medio de todo el alboroto, los oficiales apoyados por sus compañeros - otros oficiales que llegaron al lugar para ver como había ocurrido el accidente – insistían en la culpabilidad del civil.
La pantomima, producto de las evidentes diferencias que existen para aplicar la justicia en esta ciudad, daban por culpable –sin serlo- al hombre de tez negra y de formas hoscas a la hora de explicar su inocencia. Mientras, los oficiales - culpables ante la mirada de toda la gente que observaba - sabían que su culpa se esfumaba en los laberintos de una justicia por conveniencia.
La situación se desenredó fácilmente, los oficiales se llevaron a Miguel – el mototaxista- y los otros oficiales – los que causaron el accidente- tomaron su moto y se dispusieron a retirarse del lugar. La gente quedo impotente. Vieron como es claro, que la justicia en esta ciudad se aplica a unos pocos; los que menos influencia tengan: los más frágiles.
Por. Márquez.
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