El jueves de esta semana (17
de Mayo) se llevó a cabo una manifestación en contra de la “homofobia” en
Cartagena, aprovechando la fecha que han acordado para conmemorar esta lucha. Los
jóvenes de distintos colectivos se dieron al encuentro para marchar con rostros
pintados y ataúdes de cartón en memoria de aquellos que han fallecido por culpa
de un odio y rechazo irracional por personas que presentan gustos distintos a
los que se supone deberían ser los normales. En el marco de este evento, y a
partir de otros hechos, se me ocurre este texto.
Recuerdo que mi primita de
sólo seis años llegó un día del colegio y me dijo que los niños se sentaban de una
manera y las niñas de otra. Me mostró claramente cuál era la diferencia, porque
así se lo había enseñado la maestra. Imagino que la profesora quería simplemente
educarla; mostrarle cómo se es niña y cómo se es niño, de la misma manera como
ella lo aprendió. Y es que la educación lejos de ser un vehículo de cambio, es,
hoy por hoy, una forma de perpetuar formas de exclusión y dominación en la
sociedad.
Iba un día en un buseta y un
niño al oír hablar a un amigo se rio y le dijo a la mamá que ese era un marica,
la mamá sonrojada no supo cómo reaccionar y sólo lo mandó a callar. La pregunta
surge cuando uno se da cuenta cómo desde pequeño ya sabe qué es ser un marica y
qué es no serlo. Pero sobre todo, saber que si lo eres es motivo de burla. Ahora
bien, ¿será que esa madre es consciente de que parte de la responsabilidad frente
a la forma cómo el niño entiende el mundo es de ella y de la familia en
general?
Desde pequeños nos están indicando
qué debemos ser. Hacia dónde debemos dirigir nuestros gustos y con qué debemos
jugar. Nos han vendido la eterna idea de una heterosexualidad hegemónica que se
impone y es natural. Nos han vendido una moral sobre el comportamiento que conlleva a rechazar al otro como distinto sin juzgar si realmente lo es.
Recuerdo que leyendo a Marta
Lamas comprendí un poco más a fondo todo este asunto. La autora propone que la
sexualidad debe vivirse sin tantas tensiones y que debemos dejar de asumir que
existen verdades absolutas. Recuerdo que, retomando a Freud, propone un sujeto
escindido en tres dimensiones: una social, una biológica y una psíquica, que no es fácil comprender. Y es que Lamas dice que existe una preocupación
alrededor de la incapacidad que tienes las distintas anatomías de los cuerpos
masculinos y femeninos para justificar las diferencias establecidas para
hombres y mujeres. Sin mencionar, que si dejamos la discusión en el plano de lo
físico estaríamos descuidando una parte importante como lo son los procesos psíquicos
que se llevan a cabo en el inconsciente y que determinan de igual forma nuestra
identidad.
Todo esto, debido a la duda
creciente frente a la aceptación o no de la represión y la estigmatización de
esas personas que no encajan en lo que es “ser” una mujer y un hombre. Más aun,
cuando se entra a analizar el vínculo entre cuerpo e identidad que deja en
evidencia cómo la discriminación sustentada en el sexo desconoce el
establecimiento cultural de la identidad
de género y la estructuración psíquica de la orientación sexual.
Y es que si analizamos bien,
el género no es más que una construcción social. Una forma de ubicarnos y
clasificarnos, dándoles a la mujer y el hombre normas de conductas propias de
cada uno. Por tanto, la mujer es débil y el hombre es fuerte. De esta manera,
la lógica del género le asigna roles cada quien y es por ello que surgen
movimientos como el feminismo para declarar que la mujer no nace, sino que se
hace. Una crítica contundente a la sociedad misógina que las mantenía ancladas
al hogar y a labores puramente domesticas tenidas como seres de segundo orden.
Marta Lamas señala que el pretexto
de la complementariedad de los sexos, es sólo una postura propuesta desde la
reproducción, lo cual, niega el ámbito Psíquico que hay detrás de el
posicionamiento del deseo. En tanto, la lógica de género, como lógica de poder
y dominación pierde valides ante las distintas practicas no ortodoxas del uso
del cuerpo y del establecimiento de relaciones entre sujetos, que no encajan
totalmente la construcción de lo que es “masculino” y femenino”, y que es
determinado de forma indiferenciado por la libido.
Volviendo al caso del niño
del bus y de mi primita, podemos ver que basándose en sus características biológicas
la sociedad ya empieza a otorgarles roles y comportamientos, y por ende,
empiezan a generar en ellos la cultura del rechazo. Recuerdo esa teoría que proponía
al hombre como un perchero al que iban cargando de cosas y cuesta, realmente,
despojarse de todos esos elementos que la sociedad una y otra vez te va
colgando para entender que no es cuestión de tolerancia ni aceptación, es
simplemente reconocimiento, respeto y amor por el otro.
Lo cierto, es que mi
primita, como mujer, está destinada por esta sociedad a buscar un hombre que la
ayude a completarse, a ser una mujer total con la procreación. Y aquel niño,
será llamado a ser el jefe del hogar; a ser fuerte y decidido. Por ello, si no
se hace algo al respecto, crecerán con el miedo a lo diferente. Y es que ese
miedo se engendra porque desde que nacemos nos indican esa regla general que
nos mide y nos dice hacía dónde ir: cualquier desviación está mal. Porque entre
otras cosas, aceptar al diferente haría tambalear la estabilidad hallada en el
grupo al cual pertenece cada individuo. Por
tanto, el temor a reconocerse en el otro como una persona valida en igualdad de
condiciones lleva a cuestionar la propia ubicación en la sociedad: no se puede
ser igual a quién está desviado o invertido. ¡Error fatal!
Preocupa toda esta
situación. Profesores cargados de sus propios prejuicios que transmiten a sus
alumnos. Un estado mojigato que sigue mirando a la iglesia a la hora de tomar
una decisión frente a este tipo de temas. Una policía cargada de estigmas y
rechazo. Una iglesia retrograda que sigue lanzando agua bendita contra el
demonio y sus muchas formas. ¿Qué queda por hacer? Sobre todo, cuando uno
entiende que incluso al interior de la población LGBTI existe una discriminación,
ya no por la orientación, pero si por la diferencia una vez más. Y es que en el
fondo todo responde a lo mismo – como una vez me lo hicieron ver- al
machismo. Lo importante, dado el caso,
no es ser macho… es parecer lo más posible. Y es que en una sociedad como la
nuestra ser masculino es todo un privilegio, aun dentro de las misma población
LGBTI.
De esta manera, con esa sexualidad en constante tensión lo que proponen los teóricos es subvertir las lógicas del género y des-naturalizar los cuerpos. Apuntar a una de-construcción del género y combatir dos formas violentas que son el resultado de la lógica de género inmersa en el orden social: Sexismo y Homofobia. Siendo la ultima, la de mayor preocupación por seguir siendo consentida, incluso, por quienes se enmarcan en la homosexualidad como su opción a la hora de intimar en la sexualidad.
De esta manera, con esa sexualidad en constante tensión lo que proponen los teóricos es subvertir las lógicas del género y des-naturalizar los cuerpos. Apuntar a una de-construcción del género y combatir dos formas violentas que son el resultado de la lógica de género inmersa en el orden social: Sexismo y Homofobia. Siendo la ultima, la de mayor preocupación por seguir siendo consentida, incluso, por quienes se enmarcan en la homosexualidad como su opción a la hora de intimar en la sexualidad.
Por mi parte, yo seguiré creyendo que la
libertad que se nos promete en nuestra constitución debería ser respetada del
todo. Que en este baile cada quién tiene la libertad de bailar al son que más
le suene. Y nadie tiene porque entrar a mediar comportamientos ni recetar
remedios ni curas. Por ahora, le diré a mi primita que se siente como se sienta
cómoda. Para así, al menos, poder creer que ella si vivirá relaciones de amor y
amistad libres de cualquier tensión. Libres de la censura y tendiente a la libertad.
Sobre la marcha diré, que
fue una experiencia interesante. Siempre es bueno poner a la gente a reflexionar
desde el punto más trágico y cruel de nuestra existencia: la muerte. Decirles,
que esas personas ya murieron por odios innecesarios pero que podrían ser
luego, sus hijos, sus sobrinos, sus primos, sus hermanos, sus amigos. La marcha
se vuelve un contraste de miradas expectantes, marchantes tímidos y gente
especulando.
Por: Márquez.