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martes, 26 de julio de 2022

Algo escrito con un nudo en el pecho que late o el otro lado de un certificado medico

 


 

Cuando estaba en quinto de primaria, me aprendí cada parte del sistema digestivo, desde las glándulas salivares hasta el íleon. La cartelera la hizo un pelao que vivía cerca a mi casa. Estaba asustado frente a todo el salón, pero a medida que fui hablando el resto de la clase quedó en silencio. Recordé cada detalle, cada órgano. La profesora dijo que con ese conocimiento ya podía ser médico.

 

El teléfono suena y lo sé.

Un mensaje anterior a esa llamada me lo había anunciado.

Un mensaje que llegó con el silencio de la mañana.

 

En la epicrisis dice que la abuela ingresó con una insuficiencia respiratoria causada por una falla cardíaca. Fue remitida a UCI. En algún punto de la mañana presentó una bradicardia extrema, intentaron reanimarla, pero su cuerpo no respondió. Imagino que su corazón se apagaba y ella quería llenar sus pulmones, pero escasamente lograba una bocanada. (Dar click en Seguir Leyendo).

El cuerpo humano es un conjunto de sistemas. Un corazón late entre 60 y 100 veces por minuto. Si la frecuencia está por encima de 100, se habla de una taquicardia. Si está por debajo de 60, se denomina bradicardia. Con los años, el corazón, que es del tamaño de una mano cerrada, también envejece y su potencia se va perdiendo. Eso lo leí en un artículo, no lo sabía, no antes de la partida.  

Un médico firmó el acta de defunción. Se demoró 4 horas en eso. La enferma nos decía “aún el doctor no ha firmado”. Salimos y entramos. Se agotaban los temas de conversación. La enfermera volvió a decir “aún el doctor no ha firmado”. Hacer del tiempo una bola, lanzarlo contra la pared, verlo rebotar y atraparlo.  Un médico que era dueño de nuestro tiempo nos tenía esperando para saber qué hacer con el cuerpo. 

 

                           Aló, ¿negrito? Es tu abuela, hijo… 

 

Tener un nieto médico tiene sus ventajas, ¿de qué sirve un nieto escritor? Leo los exámenes y no entiendo. Debí exponer el sistema circulatorio, entender desde niño cómo funciona el corazón, sus cuatro cavidades, el número de veces que debe latir, para entonces poner mi oreja en su pecho y predecir lo que vendría.

Nota de egreso: fallecida. Los médicos escriben tan escueto. Si yo fuese médico diría. Nota de egreso: este cuerpo que no pudo seguir reteniendo el alma, alma que buscó desesperadamente escapar de esta arista del universo. Intentaría decir que la muerte es la entrada al vórtice, un agujero negro que lleva al otro lado de la vía láctea.  

Traslado a sala de morgue, dice en alguna parte de no sé qué documento. Estos documentos son como un manual para armar escaparates. Las palabras están vacías, escritas por alguien sin alma. Lado A se une con el lado C, se usa el tornillo D para ajustar. Traslado a sala de morgue, paciente fallecida.

Me late extraño el corazón. A las 10 de la mañana, cuando recibí la llamada, siguió sin alterarse. A las 11, cuando abracé a mi papá, se puso un poco lento. En la noche, acostado, dando vueltas en la cama, vibró. No supe si era el corazón, pero el dolor me salía por todo el cuerpo y un aullido se desbordada por mi boca. En estos momentos, es como un mar tranquilo que maquina olas en el fondo.

 

Tu papá está en la clínica solo, hijo, tienen que ir a acompañarlo.


 

En la habitación de la clínica, mi abuela estaba sola. ¿Hubo alguna señal del instante último? Nos entregaron un bulto enrollado en tela negra… era tan pequeña. Ese bulto lo cargó el carro fúnebre, nuestros ojos se detuvieron en esa escena, llevaron el cuerpo a preparación. Así lo dijeron: preparación.

El corazón latió menos de 60 veces por minuto. Sus pulmones no pudieron atrapar oxígeno. Estaba sola en ese segundo. A las 8:20 de la mañana, me comía un pan sentado frente al escritorio. Mi papá tomaba café. Mi hermano estaba en una reunión. A las 8:20, el médico con sus palabras parcas declaró a la paciente fallecida.  

La epicrisis dice: paciente en UCI, en malas condiciones, ventilación mecánica, discreta mejoría. La lucha que librabas, abuela, no era discreta. Llevabas meses intentando seguir, intentando ser un cuerpo resistente, de madera firme, una viga. A las 8:20 te declararon muerta.

Hay un niño de diez años frente a toda la clase exponiendo el sistema digestivo, de repente lo sabe, debe exponer otro tema. Sale del salón, corre por las calles, en su casa abre el libro, lee sobre el sistema circulatorio, el corazón, las venas y las arterias. Lee con afán, debe hacerse médico. Aprende cada detalle, porque luego irá a la universidad, se graduará y entonces, pondrá su oreja en el pecho de la mujer, sabrá lo que ocurre.

La epicrisis dice: fallecida a las 08:20. ¿Para qué sirve un nieto escritor, abuela? Los dientes trituran los alimentos, luego la saliva humedece, se crea el bolo alimenticio, desde entonces el estómago se prepara para recibir lo que viene. Mi abuela ya no quería comer. Siempre es mejor un nieto médico, ¿cierto? Leer la epicrisis es como seguir los últimos momentos de ella, saber qué pasaba dentro, ver más allá de sus ojos. Un nieto escritor, abuela, solo puede intentar, entre línea y línea, volver a sentir tus manos. 

 

Por. Márquez

5 comentarios:

Unknown dijo...

Visceral y conmovedor.

EL SEÑOR UNDERGROUND dijo...

Maravilloso

Anónimo dijo...

Un nieto escritor para develar más allá del manual de instrucciones y mantener la vida del alma que habitó alguna vez el cuerpo

Anónimo dijo...

Increíble entrar en ese mundo y comprender tus sentimientos, eres mi escritor favorito 👍🏼

Victoria Onatra dijo...

Entre tus manos se aviva su memoria, y la despides de manera tan conmovedora, como nadie más puede hacerlo. Te quiero <3