Quisiera escribir un par de
líneas que mostraran mi punto de vista freten a estas fechas, al menos unos
reglones que dieran cuenta de mi forma de entenderlo, pero una vez más, como
otras tantas, las ideas se me esfuman como arena que lleva el viento para crear
dunas en otros lugares. Viene a mi
cabeza esa otra idea fatalista de un tiempo implacable y de un cuerpo expuesto
a todos los ataques, como el anuncio de un apocalipsis que año tras año nos
sonríe en la cara. Tengo la impresión de estar en medio de un acto teatral con
un juego de luces en mal estado, que no permite que nadie sea realmente la
estrella de la obra; los guiones siempre en construcción y el maquillaje, ¡se
nos corre el maquillaje! Lo cierto es que los mejores momentos para creer en
algo, es cuando todo parece ir en
nuestra contra. Y los años, como las
noches, son sólo ideas pasajeras de una existencia en pleno que va mutando.
Yo sigo siendo esto, solo
esto. Veinte años: esclavo de ideas absurdas e imposibles. En medio de Cioran y
de Nabokov. Jugando a ser letrado y esforzándome por manejar una buena
ortografía, como forma de escapar a las curvas de las calles en la que los
otros se amontonan para pasar las noches. Y el porno sigue allí, llamando
silencioso en los rincones del cuarto. Yo sigo siendo esto, solo esto. Dan las
doce de la noche y me descubro mayor. Siguen mientras tanto los vecinos armando
rumbas por todo.
¿Para qué medir el tiempo? Una mañana vi a mi abuela y se miraba al
espejo, vanidosa aún, pero con un aire melancólico rodeándola. Estaba luchando
con los años en ese momento; con su peso, con sus arrugas. Ya no bastaba el
maquillaje ni los conjuntos hechos a su medida, ahora era preciso algo más. Necesitaba
detener el tiempo, evitar la fricción del aire con su piel, tomar menos
pastillas para evitar la congestión de gases. Ese día renunció a celebrar su cumpleaños. Un cumpleaños es básicamente
un recordatorio de cuánto llevas con vida. Y todos te sonríen, te felicitan, se
sienten felices por ti. ¿Y tú, cómo te sientes? ¿Y mi abuela, cómo se siente? Hay
globos, música, bulla, y luego cansancio.
Pero las cosas no paran. Mi prima
de quince, se preocupa por las dos tallas que ha aumentado. Y culpa a los años
de su nuevo peso. Quiere volver a tener doce y la cintura de aquella época. Esconde
la barriga para sentirse mejor consigo misma, y usa blusas un poco más amplias
que la ayuden a fingir otra silueta.
Mi papá duerme y ronca. Tose
de un momento a otro y lo veo reducido a un cuerpo maltratado por los años, por
los daños, por los estragos. Tiene una cicatriz profunda en la frente que es la
huella de otros años, y sigue agarrando el cigarrillo como siempre. Así pasan
los años. Me pasan por los costados tocándome con cuidadito mientras los otros
sienten su abrazo. Yo sigo siendo esto, solo esto: veinte años, una columna de
libros por leer, los zapatos sucios, y las manos nerviosas.
Quisiera escribir un par de
líneas que mostraran mi punto de vista freten a estas fechas, al menos unos
reglones que dieran cuenta de mi forma de entenderlo, pero una vez más, como
otras tantas, las ideas se me esfuman como arena que lleva el viento para crear
dunas en otros lugares.
Por: Márquez.