Una de las nuevas apuestas por generar espacios que permitan
las expresiones de arte en el país es la Bienal Internacional de Arte
Contemporáneo de Cartagena de Indias, un evento que ha dejado una buena impresión
entre los críticos y que ha traído un conjunto de obras que atraen a la gente,
que en mi concepto, es lo más importante. Porque, qué sentido tendría un evento
como este, si solo estuviese pensado para los expertos en arte y en el que la
gente no tuviese posibilidades de interactuar con las obras dentro de unos
parámetros establecidos. Cartagena se abre en esta ocasión a un evento que
llego para quedarse.
Ahora, viendo toda la invasión naranja en la ciudad, me
decidí a recorrer algunos puntos del
BIACI y quise compartir mis sensaciones frente a las obras que acompañan esta
primera versión de la Bienal.
1.
Lugar Común (Ruby Rubié – Colombia
; Justine Graham – Francia/USA.).
Esta obra me impactó. En medio de su sencillez guarda una
profunda denuncia, una idea que motiva a preguntarnos por el sentido de las
etiquetas y la separación de clases. La instalación presenta a 100 mujeres que
guardan entre ellas una relación de empleadora-empleada que se rompe cuando las
sientas una al lado de la otra, despojadas de cualquier artificio que las
ubique en un lugar o en otro, dejándolas, como el titulo lo señala, en un lugar
común. Sin embargo, viendo la obra sentía la necesidad de adivinar quién era la
jefe y quién la empleada. Una señal más de nuestra forma de concebir el mundo.
Siempre desde los opuestos, otorgándole a cada persona su “lugar” y justo
cuando las colocan en un suerte de igualdad visual, necesitas ubicarlas.
2.
Signos cardinales (Libia Posada –
Colombia).
Una obra tremendamente dolorosa.
La artista hace una investigación sobre las familias que han sido desplazadas y
que, luego de una primera experiencia, tuvieron que volver a desplazarse. Una
muestra más de cómo las víctimas de la violencia en este país pueden ser
re-victimizadas. Lo que más me llegó de la obra, fue la manera tan contundente
cómo se plasma esta realidad. Tomó fotografías de las piernas de las personas
implicadas en el proceso de investigación y en ellas, plasmó los mapas que
ellos mismo dibujaron, con ciertas convenciones, en donde trazaban la ruta de
sus múltiples desplazamientos. El resultado es el que ven en la foto. Imágenes
sin rostro, solo piernas marcadas por esas rutas de dolor que nos recuerdan que
todos podemos ser victimas también.
3. Inventario II ( Wilder Sotelo –
Colombia).
La obra se parece a Cartagena. Desde
lejos el contraste del rojo con los cuadros blancos y las armas talladas en
ellos, logra una sensación agradable. Cuando te acercas y empiezas a leer lo
que en cada uno hay, descubres los errores ortográficos, la forma de nombrar
las cosas; todo eso ligado a un arma de fuego o corto-punzante, en su mayoría hechas
de forma artesanal. La obra me transporta a la periferia, a esos lugares que no
son parte de un recorrido turístico y que se hacen visibles en las noticias con
un alto tinte de prensa amarilla. Este inventario, nos muestra las versiones de
distintos jóvenes que re-significan sus
territorios y que los modifican gracias
al empleo de estas armas como símbolos de su poder. No son postales de plazas
ni de monumentos, son pedazos de estos otros espacios en los que la gente
resiste.
4. La poética de los reflejos (Diego Mendoza – Colombia).
Había visto la obra por internet,
pero mi sorpresa fue total cuando vi la pared dedicada a esta pieza. La poética
de los reflejos me conmueve por el contraste entre la naturaleza y la modernidad. Las
altas torres que presenta también hacen parte de mi realidad y logro hacer el
paralelo entre lo que obra muestra y lo que puede existir detrás. La naturaleza
en lucha constante contra un desarrollo que cada día parece arrastrarlo todo,
acabar cada centímetro verde como si los recursos naturales no fuesen
necesarios. El artista analiza el espacio que tiene el mundo rural en el que creció
en el mundo contemporáneo. Constituyéndose en una apuesta critica, un árbol y
una torre que se reflejan mutuamente, en una suerte de equilibrio ideal que
dista mucho de la realidad en la que la invasión de estos artefactos afecta
todo el espacio tanto para los seres humanos como para la flora y la fauna.
Por: Márquez.
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