Pensaba en algo moderno, en las
formas de conocer el mundo. Pensaba en tantas invenciones. Me preguntaba si lo
que determinaba nuestro estado de modernidad era el artilugio de sentirnos a la
vanguardia tecnológica o si por el contrario, esos mismos artefactos nos llevaron
a un estado mayor. El asunto se volvió tedioso, y busqué expresar mis ideas con
imágenes. Corriendo el riesgo, claro está, de ser aún menos claro.
Ahora, la cuestión es de narraciones.
Narrar desde lo moderno o más allá. En últimas entender eso nos ayuda a
narrar-nos. Entonces salí en busca de artefactos que activaran la conciencia.
Quizás todo consiste en una ilusión, cuestión de perspectivas y de teorías que
llenan la cabeza de un montón de ideas acerca de la modernidad y etc. O de formas
complacientes que nos llevan a asumirnos a la altura de un mundo que puede no
andar a nuestro ritmo o viceversa.
A cielo abierto.
Conversaciones entre una lámpara de calle y unos cables de
alta tensión.
Estadística.
De cómo una misma cuestión plantea dos posibilidades. Ambas
posibilidades son de cuidado, pero el secreto está en no resultar herido.
Pormenor.
Contraste entre la madera rústica
y el artefacto eléctrico, como señal de una convivencia saludable entre la opulencia y la escasez. Es que la
estratificación en las zonas marginadas se mide por el número de enchufes y
tomacorrientes.
La corona.
Los gigantes aún existen. Ahora
son más funcionales, siguen dando miedo, pero uno logra afrontarlo. A veces disparan centellas, o hacen ruidos
extraños. El riesgo queda atrás cuando la casa está anclada a una tierra que si
dejas otro podría invadir.
Lúcido.
Como el ojo del destino, la luz es sinónimo de compañía. La
oscuridad es el olvido, el castigo. En el margen, la luz se vuelve un acto de
resistencia.
Por: Márquez
1 comentario:
Julio, muy interesante, cuando logramos una narración fluida, se puede escribir de lo mas simple o lo mas complejo a nuestros ojos. Abrazos, sigue así, pronto tendré que comprar el libro.
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