Conocí a Nabokov un día de
universidad, sentado en una banca del pasillo. Llegó el profesor de radio –hoy
mi amigo- y me dijo: ¿quieres leerte este libro? Lo miré desconfiado, no
reconocí el nombre, pero él me aseguró que disfrutaría la historia. Era un libro
pequeño, de pasta amarrilla con la cara de una niña en su portada. LOLITA,
decía el título. Empecé a leerlo y me fui dejando llevar por la historia y sus
giros. Fui entrando en la mente de Humbert y fui conociendo a la Lolita del
título. Cada parte llegó, abriéndose como una puerta que conduce a otros
lugares. Y el final fue una estocada definitiva, contundente, me dejó con esa
sensación de querer a quien debía odiar. Con esa extraña confusión de sentir
cercano a quien fue maquillando la historia. El final me permitió establecer un
vínculo que, en ocasiones, me hace correr a buscar el libro y releerlo para
quedar prendado una vez más.
Así, me quedé con ese final en la
memoria. Dándome la oportunidad de volver a recorrer cada detalle con el
cuidado de los orfebres. Hasta que un día, rebuscando en la biblioteca de la
universidad encontré una colección de cuentos de este autor. Era un libro
realmente grueso. Fui leyendo poco a poco, saltándome algunos. Descubriendo a
un Nabokov distinto. Uno que lograba ser
político.
Pero ahí no terminaría mi
historia con él. Luego, motivado una vez más por mi profesor, leí Ada o el
Ardor. Esta era mucho más compleja, con una narración que iba tejiendo una red
confusa que unía en relaciones tensionantes a los integrantes de una familia. La
novela fue metiéndose en los túneles de
mi cabeza, encontrando espacio y quedándose allí. La historia de dos
hermanos que se creían primos y que estaban enamorados. Con ese constante deseo
de Van por Ada, con esa Ada gaseosa, lujuriosa. Pero especialmente con una Lucette (hermana de
Ada) que no lograba precisar. Esa Lucette que se mostraba como una niña demasiado precoz. Todo el tiempo
ardiendo por su primo Van. Uno de los
pasajes que se quedó en mi cabeza fue el momento en el que Lucette, consciente
de que Van nunca la amaría, decide suicidarse.
Pasó el tiempo e investigué sobre
el autor, descubriendo nuevos títulos. Entonces, en un viaje a Bogotá decidí
averiguar por una de las novelas que había llamado mi atención. Pálido Fuego,
pregunté. El señor de la librería pensó un poco y caminó hacía una esquina,
buscó y trajo consigo el ejemplar. Me sentí emocionado. Leería un nuevo libro
de Nabokov. Me di un tiempo para empezar. No estaba seguro de poder
leerlo. Un día lo tomé y empecé la
lectura. Pálido fuego consta de tres partes – eso es lo que siempre dicen- un
poema, unas anotaciones al poema y un índice.
Debo confesar que el libro llegó
a hacerme dudar. Por momentos quise dejarlo. Desistir. Pero por un compromiso
conmigo y con Nabokov, decidí terminarlo. Y fue toda una aventura. Me sentía perdido durante la lectura, como si
me hubiesen estafado. No lograba atar todos los cabos, ni tener certeza acerca
de las intenciones de los personajes. John
Shade es el poeta en el otoño de su vida, quien escribió el poema que
da sentido al título y el prólogo al mismo.
Charles Kinbote es quien se autoproclama editor del texto y quien,
además, se va configurando como un personaje al borde. En un límite entre lo
racional y lo neurótico.
Así, el libro se muestra como una
historia dentro de otra historia. La conexión entre el poema y la historia que
Kimbote nos va contando, y la relación entre el poeta y este otro tipo que dice
admirarlo, va creando un ambiente confuso. Como Humbert en Lolita nos hace
dudar de su versión, contada desde los ojos del hombre que ama a la niña; este Kimbote, hábil en la literatura,
decide hacer de su versión parte de la obra de arte que Shade había logrado con
su poema. Para al final, sin más rodeos, declararse la victima de todo el
asunto. Pues, deseoso de ser parte de la obra de su autor admirado, entra en
conflicto cuando descubre que no pudo encausar el ingenio de Shade a los
límites que se proponía.
Por eso, Nabokov sigue teniendo
mi admiración. Quizás por eso insisto en escribir sobre él; en tener mis
versiones de sus historias. Solo me faltaba una imagen, algo que me permitiera
hablar de él, como si nos conociéramos de antes. Una vez más investigué y
descubrí sus fotos, ese rostro de hombre inteligente, poseedor de una chispa
detrás de su mirada que hablaba del escritor que era. Ahora, seguiré leyendo
sobre él, para darle alguna vuelta a la historia de su vida y empezar, como
cualquiera de sus personajes hasta ahora, a tejer versiones, historias. O
escribir cualquier eventual relato que
deslumbre por el manejo de la palabra y por la ambigüedad de los personajes. Si
es que me alcanza el ingenio.
Por: Márquez
4 comentarios:
Siempre has tenido el ingenio, el talento y disciplina para ser un gran escritor, no solo conocido por tus amigos sino por todo el mundo. Desde la primera historia que me compartiste cuando estabamos en el colegio lo supe. Buen escrito y continua ejercitando t u imaginación con mucha lectura y escrtura y de seguro llegas a ese lugar que buscas.
Jejejeje, tu blog me pregunta si soy un robot o no, y dije que no pero creo que si lo soy ¿He pasado el test de turing?
Sobre tu entrada quiero decirte tres cosas:
1. Yo quiero. Ese ultimo libro suena divertido.
2. Si hay una aproximación a la literatura que siempre he defendido es precisamente esa que expresas con tu entrada de hoy. La literatura como un juego de espejos en el que sistematicamente vamos descubriendo al autor como si éste fuera un inmenso rompecabezas. Pero también es una aproximación en la que nos reconocemos a nosotros mismos como posibles autores, y aceptamos que la lectura nos transforme.
3. Nabokov me encanta porque es de los pocos autores que se atreven a cometer el sacrilegio mayor: negarse a respetar el contrato implicito que existe entre lector y escritor segun el cual éste debe contar a aquel, eventualmente, toda la verdad segun la conoce, así al inicio juegue a ocultarla.
Más amor a Nabokov por sus historias maravillosamente retorcidas. El punto más interesante (al menos para mi pequeño ser) es cuándo el victimario parece una víctima y su lugar humano (hablo por Lolita) Interesante blog, me ha gustado mucho la entrada
He pasado todo este año estudiando y releyendo a Lolita, al parecer los ingleses tienen una rara obsesión por este libro. Lo que mas me impresiono fue su habilidad para manipularme, para hacerme creer todas las mentiras que Humbert decía. Me gustaría conocer al otro Nabokov, al que escribe en ruso y habla de cosas políticas. Tendré que leer!!
Un saludo y un placer pasar por aquí.
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