En casa de mi abuela hay unretrato. En él, aparecen mi mamá y mis dos tíos cuando eran niños. El mayor de
los tres está a la izquierda sosteniendo al bebé que es mi
tío el menor quien aparece sentado en un taburete de esos que forraban con
cuero de vaca, y a la derecha se ve la niña que era mi mamá, tapándose la boca. Aquel retrato cuelga en la pared, como
señal de un pasado caprichoso que se encierra en aquel rectángulo, en los ojos
de aquellos niños, para recordarnos con nostalgia que el tiempo siempre sigue
su curso. Como en la Tierra y la Sombra,
película colombiana ganadora de la Cámara de Oro a la mejor ópera prima en el
festival de Cannes, en la que el tiempo sigue su curso dejando un halo de
nostalgia y abandono a su paso.
En la primera escena vemos
el regreso de un hombre (Haimer Leal) que, tras años de haber abandonado su
casa, vuelve para cuidar a su hijo enfermo (Edison Raigosa) mientras su mujer (Hilda
Ruiz) y la esposa de su hijo (Marleyda Soto) tienen que trabajar como cortadoras de caña.
Llega a la casa para ser recibido por su nieto (José Felipe Cárdenas), un niño que
lo primero que hace es preguntarle si él es su abuelo. Aquel cuadro, en el que
el niño y el hombre se encuentran en la puerta, podría ser un retrato, una
señal del encuentro de dos tiempos: el pasado representado en el hombre que
regresa y el presente, encarnado en la inocencia de un niño que vive rodeado de
adultos. Pero al mismo tiempo, ese encuentro en una apuesta por un cambio hacia
el futuro.
La película sigue su curso,
con movimientos de cámara muy cuidadosos, lentos, como si el aparato nos
permitiera ser observadores distantes de aquel retrato de colores tenues, casi
en sepia. Vemos a la madre que se cansó de esperar, una mujer llena de dolor y
anclada a su casa; al hijo enfermo, atado a su madre, al deseo de no dejarla
sola, pero cada día más débil; a la esposa del hijo con un carácter fuerte,
intentando salvar a su familia de
aquella casa, de aquel pasado, de aquella vida. Y al niño creciendo en medio de
todas esas vicisitudes. También recorremos la casa, esos espacios íntimos que
reflejan un lugar que con el tiempo empezó a deteriorarse. Una familia encerrada para evitar que el polvo y
las cenizas le hagan más daño al enfermo. Asistimos entonces, a los conflictos
alrededor del olvido, del perdón, de la necesidad de desprendernos de lo
nuestro, de la tierra. Un asunto que guarda mucha relación con un país como
Colombia.
La casa está rodeada de caña
de azúcar, por eso, lo único que el niño puede ver es el verde que lo rodea. A
veces llueven cenizas producto de la quema de caña en los terrenos cercanos. Y
esas cenizas cayendo son como pedacitos de tiempo, de memoria, que llueven
sobre ellos, sobre la casa. Hay un árbol en la terraza en el que los pájaros
cantan, el niño los escucha y les tira
piedras. Para él son una masa homogénea que canta igual en todo momento. Solo
distingue el canto de cada uno de los pájaros cuando el abuelo, que estuvo por
fuera de aquel encierro, se los va nombrando. Otorgándole al niño la
posibilidad de ser un espectador consciente del concierto que las aves le
brindan. El regreso le ha permitido al abuelo mirar aquella tierra con unos
ojos distintos; los ojos de quien conoce que existen otras posibilidades.
La tierra y la sombra tiene
escenas memorables y conmovedoras que se abren ante nuestros ojos cual
colección de retratos nostálgicos, contando una historia de dramas profundos en
varios niveles, que terminan con la única opción que les queda a quienes se vuelven ajenos a la tierra en la
que siempre vivieron: irse. La familia,
con sus silencios y miradas melancólicas, resistió tanto como le fue posible,
para entender que a veces se debe emprender el vuelo. Solo la abuela, anclada a su pasado, termina
sentada en la banca al lado del árbol,
frente a la casa, contemplándola como quien admira un retrato en la
pared de una casa, como mi abuela lo hace en ocasiones, o como mis tíos y mi
mamá cuando se reúnen. Esperando que de
aquella imagen brote el pasado y con él, una nueva oportunidad de vivir esa
vida que suelen añorar.
Por: Márquez
1 comentario:
Buen texto, la descripción que haces de la película - que no he visto - me recuerda un poco a lo hecho por Garcia Marquez en las obras en la que Macondo y la familia Buendia son protagonistas... quedé interesado en verla, ojalá pueda hacerlo.
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